Durante el Porfiriato, se desarrollaron diversas modas y costumbres, algunas de las cuales pueden parecer inusuales o peculiares desde la perspectiva contemporánea. Uno de estos ejemplos es la tradición de tomar fotografías con los difuntos, que era una práctica común en la época. Esta costumbre era parte de la cultura de la muerte en México y tenía raíces en las tradiciones indígenas y religiosas del país.
Cuando una persona fallecía, especialmente en familias acomodadas, se llevaba a cabo una serie de rituales funerarios que incluían la exposición del difunto en casa durante un período de tiempo. Durante esta exposición, los familiares y amigos se reunían alrededor del cadáver para despedirse y rendir homenaje. En algunas ocasiones, se tomaban fotografías de la persona fallecida, a menudo junto a sus seres queridos, como un recuerdo y testimonio de su vida. Estas fotografías podían incluir al difunto en su ataúd o en un entorno que evocara su vida y personalidad.
Estas imágenes mortuorias, conocidas como "fotografías post-mortem" o "fotografías de difuntos", eran bastante comunes en el siglo XIX y principios del siglo XX, no solo en México sino en otras partes del mundo. Aunque pueden parecer extrañas para la sensibilidad contemporánea, reflejan las actitudes y creencias culturales de la época en relación con la muerte y el duelo.